Las emociones y su relación con la salud

Escrito por  Dra. Isabel Alzina

emociones en la salud
Hace falta mucha salud. Hay tanto dolor y tanto sufrimiento a nuestro alrededor… Nuestro mundo está enfermo de miedo, de ira, de confort, de exceso de materialismo, de falta de espiritualidad, de falta de fe, de falta de carácter, de desconcierto… Nos hemos dado cuenta de que no podemos confiar nuestro bienestar a los sistemas económicos, médicos o políticos vigentes, que han perdido el rumbo. Afortunadamente nuevos descubrimientos abren posibilidades maravillosas.
Cuando cambiamos una creencia, toda la cultura de alrededor puede cambiar. Antes creíamos en la verdad de la Iglesia y cuando queríamos respuestas íbamos al hombre de la sotana negra. Ahora, cuando queremos respuestas vamos a la ciencia, al hombre de la sotana blanca. Antes adorábamos a los dioses de la naturaleza (animismo), después vinieron nuevas creencias politeístas y luego aparece un solo Dios en las religiones de libro; y ahora creemos en cosas más materialistas, es un materialismo científico que cree más en lo físico que en lo espiritual. Pero las cosas afortunadamente están cambiando, está ocurriendo algo sorprendente… De hecho, hoy puedo hablar aquí de este tema porque hay nuevas creencias.
Quisiera traer una idea que me ha parecido interesantísima y es la de «cultura creativa»: un grupo dentro de otro mayor que piensa diferente; cuando el número de personas de ese grupo que se distingue llega a la raíz cuadrada del 1 por ciento de esa población, serán las semillas que crearán una nueva civilización. Por ejemplo, si en Almería hay 200.000 habitantes, el 1% serían 2000. La raíz cuadrada de dos mil son 44,7. En esta ciudad bastaría con 45 personas con una idea diferente para cambiar a toda la ciudad.
Los médicos nos estamos dando cuenta, quitándonos la venda de los ojos racionalista y materialista de los últimos siglos, de que no se puede separar la psique del cuerpo. En la actualidad el mundo de nuestras ideas y sentimientos cobra cada vez más importancia en los diferentes campos de la salud.
¿Qué entendemos por salud? Un estado de bienestar físico, mental, espiritual y social y no solamente la carencia de enfermedades. El ser humano es un todo compuesto por varias partes: el cuerpo, la energía, las emociones, la mente y el espíritu, entendiendo este último no con una dimensión religiosa sino puramente humana.
¿Qué es la enfermedad? Es básicamente una falta de armonía entre las partes. Dado un todo que puede ser el universo, un planeta como la Tierra, un país como el nuestro, una sociedad, una familia, o una mujer, la enfermedad sería la oposición de las partes que componen el todo, algo que ha roto la armonía, o sea, que de alguna manera ha roto la direccionalidad del todo al que pertenece. Se trataría de una parte del todo que se ha rebelado contra el conjunto. A eso le llamamos enfermedad. Cuando tenemos un dolor en la rodilla, decimos que tenemos una enfermedad en la rodilla. ¿Por qué? Porque nuestra rodilla, en ese momento, no está respondiendo a las necesidades del conjunto.
El dolor nos afecta a todos en diferentes planos. Tenemos que entender que hay distintos niveles de dolor: el físico de esa rodilla o de un martillazo en el dedo no es igual al dolor psicológico (este último más difícil) que nos produciría una pérdida de un ser querido o el de no ser comprendidos. El dolor de no conocernos ni siquiera a nosotros mismos, de no saber por qué vivimos o qué decisión tomar en una encrucijada de las que está lleno el camino de la vida, pensar que no somos capaces de hacer algo, esa terrible voz que nos dice «no puedo» o la incomprensión de una injusticia.
Todo el desarrollo de nuestra vida está marcado por ciertos signos de dolor, de «no plenitud», el sufrimiento que nos produce la carencia de algo que buscamos. Es precisamente esa no plenitud lo que nos hace caminar, marchar, andar y andar por la vida buscando conquistar nuestros anhelos. Por lo tanto, el dolor en sí no es malo; podría decir incluso que es bueno, aunque nos cueste tanto aceptarlo y lo único que queramos es quitárnoslo de encima cuanto antes. Lo malo, lo que nos enferma, es la actitud negativa con la que afrontamos ese dolor.
Por ello, deducimos que para mantener o recuperar la salud va a ser necesario un cambio de perspectiva: entender el dolor, las situaciones difíciles que se nos presentan, así como la enfermedad, como un maestro que nos está indicando que tenemos que corregir, o al menos revisar, nuestros puntos de vista. Es una oportunidad para equilibrarnos, para conquistar la salud, a nivel físico, emocional, mental y espiritual. Digamos brevemente que la enfermedad, tan cruel en apariencia, en sí misma es beneficiosa y para nuestro bien y, si se interpreta correctamente, nos dirigirá a nuestros errores esenciales. Si es correctamente tratada, será el medio por el que eliminaremos nuestros errores y estaremos mucho mejor que antes. El sufrimiento es un correctivo para indicar una lección que no hemos logrado comprender por otro medio, y nunca se podrá erradicar hasta que se aprenda la lección.

¿Podemos manejar nuestras emociones, nuestro mundo psicológico?

¿Realmente puedo controlar mi mente? Absolutamente sí. El filósofo Jorge Ángel Livraga decía que no hay imposibles sino imposibilitados, que son aquellos que se engañan creyendo que no pueden. Podemos perfectamente cerrar los ojos y visualizar la imagen que queramos. Hay estudios que revelan que cuando imaginamos algo, se genera la misma respuesta desde el cerebro al organismo que cuando lo vemos o sentimos en la realidad. Si no, prueben a imaginar que se comen un limón y miren el tiempo que tarda su boca en empezar a salivar. Esto puede sernos tremendamente útil en muchos momentos de nuestra vida. Para mí siempre lo ha sido y les invito a imaginar cosas hermosas siempre que pasen por un mal momento de ansiedad, de tristeza, de ira…
Para conocer algo siempre es interesante saber cuál es su etimología, de dónde viene la palabra emoción : como tantas otras, viene del latín emotio , emotionis , que provienen del verbo emovere . Este verbo se forma sobre movere , «movimiento», y el prefijo e , «de» o «desde». Sería «hacer mover». Nuestras emociones son un motor. Y si ese motor se rompe, no nos movemos, y si no nos movemos, enfermamos. Porque la vida es movimiento. La emoción moviliza y la razón guía: «La mente crea el puente, pero es el corazón quien lo cruza» (Nisargadatta, hinduista).
Un 70% de las enfermedades del ser humano vienen del campo de conciencia emocional.
Hoy y siempre, las emociones, su control o descontrol es algo que ha preocupado al ser humano. Es nuestro caballo de batalla más terrible y diario, casi constante… Los sentimientos nos acompañan siempre. Aparecen siempre en el origen de nuestro actuar, en forma de deseos, ilusiones, esperanzas o temores. Nos acompañan luego durante nuestros actos, produciendo placer, disgusto, diversión o aburrimiento. Y surgen también cuando los hemos concluido, haciendo que nos invadan sentimientos de satisfacción, tristeza, ánimo, remordimiento o angustia.
Tengamos en cuenta que las emociones son de corta duración, somáticas autonómicas. Se puede comprender que las emociones son reacciones adaptativas subjetivas, que conllevan un estado afectivo (me siento bien, regular o mal), en el cual se experimentan cambios fisiológicos, es decir, en las funciones de nuestro cuerpo, que en dependencia del grado y la magnitud del estímulo que las desencadena, podrían desembocar en una enfermedad aguda o crónica. Y en el mejor de los casos, a la salud o la curación. En la vida todo es maravillosamente dual.

¿De qué manera influyen nuestras emociones en la salud?

Cada vez son más los especialistas que relacionan de manera seria y metodológica los estados de enfermedad con la incorrecta gestión de las emociones o impactos psicológicos.
Para hablar de ello me voy a apoyar en algunos extraordinarios descubrimientos actuales:
Psiconeuroinmunoendocrinoecología (Dr. Jorge Carvajal): nace en los años 70-80. Es el estudio de las interrelaciones mente-cuerpo y sus implicaciones clínicas.
En medicina comienza a suceder lo mismo que pasaba en el campo de la física. En el campo de la física comenzamos a multiplicar las partículas, después empezamos a buscar la partícula elemental y nos vamos detrás de eso hasta el momento en el que descubrimos que no hay partículas, que simplemente hay campos, hay una concentración de líneas de campo, y a esa concentración nodal de las líneas de campos lo llamamos partícula. Esa es una partícula para el observador, es decir, la vemos como una partícula pero no es una partícula, sino un proceso. En el universo no hay partes, hay procesos de una corriente única que se va diversificando. Es así como los físicos conciben el mundo. Antes los físicos veían el mundo y unos describían la mecánica, otros la cuántica, otros la relatividad, otros las leyes del electromagnetismo. Es como un gran pez; entonces, unos miraban los ojos y describían: el mundo es un ojo, es un aparato para procesar la luz, para almacenar la luz.
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Otros miraban las aletas y decían: no, el mundo es un fenómeno físico, mecánico, es una especie de remo para mover el agua. Otros, los poetas, se entretenían en las escamas de los peces, las veían brillar y se imaginaban algo así como reflejos de sol que se iban moviendo. Pero alguien se remonta más allá y ve a todos los observadores mirando las pequeñas partes y dice: ¡pero eso es un pez!
Hay que unir otra vez las aletas con las escamas, con los ojos, con el agua, con el nadar, y hay que darle un sentido, un objetivo. Hay que volver a una medicina integrativa. Afortunadamente ahora realmente la tendencia de toda la ciencia y de la evolución es volver a juntar aquello que habíamos dividido para poderlo comprender, porque si no, lo entendemos intelectualmente, pero no lo vamos a comprender en su sentido. Para la psico-neuro-inmuno-endocrino-ecología el sentido es aprendizaje, todos nuestros sistemas son estrategias de aprendizaje, pero son estrategias integradas. Nada ocurre en el cerebro sin que ocurra también en el riñón y en la última de las células del cuerpo. Nada ocurre en mi pensamiento sin que ocurra simultáneamente en mi fisiología. Nada ocurre en mi relación sin que ocurra en mi genoma y en los núcleos atómicos (Dr.Carvajal).
El Dr. Hamer (internista, oncólogo y radiólogo), con su trabajo en los años 80, descubrió que cada enfermedad se origina por un choque o trauma que nos toma completamente por sorpresa. En el momento en que el conflicto inesperado ocurre, el choque impacta en un área específica en el cerebro, causando una lesión (más tarde llamada Foco de Hamer), visible en un escáner cerebral como un grupo de anillos concéntricos nítidos. Las células cerebrales que reciben el impacto envían una señal bioquímica a las células del cuerpo correspondientes, provocando el crecimiento de un tumor, la necrosis de un tejido o la pérdida funcional, dependiendo de qué capa del cerebro recibe el choque.
Hamer ha sido capaz de confirmar sus descubrimientos con más de 40.000 estudios de casos. El resultado de este trabajo científico es la creación de un diagrama «psique-cerebro-órgano» que señala la enfermedad, el contenido del conflicto biológico que la causa, el sitio en el escáner cerebral donde la lesión correspondiente puede ser observada. Al método que investiga la causa psicológica de las enfermedades se llama descodificación , que hoy en día tiene muchísimos seguidores.
Dethlefsen y Dahlke, "La enfermedad como camino" , partiendo de Jung comienzan una divulgación pública de la influencia de la psique en las patologías físicas.
Son cada vez más los estudios que muestran la relación entre los pensamientos y las emociones en la biología (Bruce Lipton, epigenética, 2009). Las células, el código genético, incluso los neurotransmisores se ven continuamente influenciados por nuestros pensamientos y creencias, que no dejan de ser energía medible, vibraciones y ondas que interactúan con la materia y moléculas de nuestro cuerpo (Rupert Sheldrake, 2002). Una creencia es una percepción o un pensamiento que hace que la química pase del cerebro a la sangre. Una creencia positiva causa un crecimiento sano, y la negativa apaga el crecimiento. Así, cuando cambias la creencia cambias la química en tu sangre, que controla la genética y el comportamiento.
Hay suficientes evidencias científicas para afirmar que el determinismo genético (somos la consecuencia de nuestro código genético) no es real, sino que el entorno celular es también crucial. No hay suficientes genes para explicar la complejidad de la vida o de las enfermedades humanas. Ya no puede admitirse el axioma de la biología evolutiva de un gen, o una proteína, y hay que considerar otras opciones acerca de los mecanismos de control de la vida. Un ratón tiene el mismo número de genes que el ser humano y su contraparte ratuna de cada uno de ellos…
En la última década, el desarrollo de la epigenética («control sobre la genética») está cambiando la visión sobre la vida. Se ha descubierto la gran importancia que tienen las proteínas que recubren el ADN, como si fuera una manga de camisa recubriendo el brazo. Mientras estas proteínas recubren el ADN no pueden decodificarse los genes. Y son las señales externas, ambientales, las que inciden sobre estas proteínas, modificando su estructura espacial y separándose del fragmento de ADN que, al descubierto, sí puede leerse. El entorno controla el ADN. Se ha descubierto también que las influencias ambientales, entre las que se encuentran la nutrición, el estrés o los sentimientos, pueden llegar a modificar la lectura de un gen sin modificar ese gen, a través de las proteínas reguladoras. La influencia del entorno puede llegar a dar lugar a más de dos mil variantes de proteínas a partir de un mismo molde génico.
El verdadero cerebro que controla la vida celular es la membrana, que está constituida por una doble capa de fosfolípidos. La función de la membrana de interactuar de «forma inteligente» con su entorno para generar una respuesta, la convierte en el verdadero cerebro de la célula.
La capacidad de interacción de la célula con el exterior a través de la membrana se produce gracias a un conjunto variadísimo de Proteínas Integrales de Membrana (PIM), que son sensibles a multitud de señales, internas y externas.
A la luz de estos descubrimientos, la medicina psicosomática trata de llevar la atención del paciente hacia la problemática emocional que originó el bloqueo de energía psíquica, para que esta vuelva a fluir con normalidad, y así el cuerpo físico, que refleja en el mundo material las tensiones psíquicas, recupere su salud.
Lo psicosomático en las enfermedades y la salud ya está descubierto y constatado por la física, las neurociencias y la biología.
Del simple pensar a la atención consciente: entrevista a Enrique Martínez Lozano
Por  Héctor Gil


Enrique Martínez Lozano (Teruel, 1950) es psicoterapeuta, sociólogo y teólogo. Animador de encuentros y retiros, conferenciante y autor de varios libros, se halla comprometido en la tarea de articular psicología y espiritualidad, abriendo nuevas perspectivas que favorezcan el crecimiento integral de la persona. Su trabajo asume y desarrolla la teoría transpersonal y el modelo no-dual de cognición.

Enrique Martín Lozano tiene el don de articular psicología y espiritualidad de un modo sencillo, a la vez que profundo y eficaz, potenciando el crecimiento personal y la experiencia de la más genuina espiritualidad, desde la atención a nuestro peculiar momento de transformación cultural.
¿Quién es Enrique Martínez Lozano?
Soy –somos, porque el sujeto de ese «soy» no es el yo particular– el Ser (la Consciencia, la Vida), eso inefable, permanente e inalterado que constituye el «fondo» de todo lo que es y que se «disfraza» temporalmente en esta «forma». Si me pienso, me percibo como una persona; si, acallada la mente, atiendo, me descubro Ser.


¿Qué le llevó a verse de ese modo?
Lo que se hizo presente en un «instante» me abrió los ojos para reconocerme en las expresiones utilizadas por Jesús: « Yo soy la vida » (en el Evangelio de Juan) y « Yo soy todas las cosas » (en el Evangelio apócrifo de Tomás). De aquello me queda una certeza innegable. Sin embargo, con frecuencia vuelvo a quedar atrapado en el mundo de la forma –de la persona o del ego–, en el «estado mental» o hipnótico que me hace creer que las cosas son como la mente las ve; desconecto de lo que realmente soy (somos) y me confundo con el yo que creo ser. Ahí me encuentro, entre la certeza de plenitud y los efectos prácticos de la hipnosis mental

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¿Por qué estudió teología y por qué dejó los hábitos?
Estudié teología y pedí ser ordenado sacerdote porque, a los veinte años, sentí que el mensaje de Jesús de Nazaret –el Evangelio– y su propia persona llenaban mi vida de sentido. Y dejé el ministerio porque, sin haberlo elegido, me vi conducido a una espiritualidad trans-religiosa (trans-confesional), y ya no podía transmitir el mensaje de la Iglesia en su literalidad.

¿Cómo empezó en el campo de la ayuda y cuáles son sus influencias en psicología?
Siempre sentí vocación hacia la ayuda personal. Se materializó a partir de mi propio trabajo psicoterapéutico. Y reconozco el influjo del psicoanálisis, la psicología humanista y la psicología transpersonal.


¿Es necesaria la psicoterapia, o integración del yo, para gozar de una espiritualidad sana y eficaz?
Sin autoconocimiento experiencial, que implica trabajar en la integración psicológica, lo más probable es que el llamado «camino espiritual» se vea boicoteado por problemas psicológicos no conocidos, no aceptados y no trabajados. Desde mi experiencia, he comprobado que el descuido del trabajo psicológico se convierte en una fuente de trampas, con frecuencia inconscientes, pero siempre dañinas.


¿En qué habría que centrar el trabajo psicológico?
En todo aquello que favorezca la integración armoniosa de la personalidad. De modo sintético, lo plantearía de esta manera: la persona, además de los límites inherentes a su forma, suele arrastrar alguna herida emocional, a consecuencia de la cual ha quedado atrapada en miedos no resueltos y en necesidades tiránicas. Si esto no se afronta adecuadamente, será inevitable que viva a merced de ellos, lo cual significa girar en torno al ego –no olvidemos que lo que llamamos «yo» es un haz de miedos y necesidades–, y eso mismo constituirá un obstáculo insalvable para avanzar en el camino espiritual, que consiste justamente en desidentificarse del yo.


¿A qué nos referimos con « trascender el yo » ?
Lo que llamamos «yo» es un éxito notable del proceso evolutivo pero, si lo absolutizamos, considerando que es el culmen o la meta de la evolución, puede constituir un obstáculo en aquel mismo proceso. El «yo» es una creación de la mente; trascender el yo significa reconocer que la mente es solo una herramienta a nuestro servicio, pero nunca nuestra identidad. Esa comprensión opera el paso del «estado mental» a lo que podríamos denominar «estado de presencia»: tengo mente, pero no soy la mente (el yo), sino la Presencia en la que el yo, como un objeto, aparece.

¿Es posible una espiritualidad laica, atea o agnóstica? ¿Qué es la espiritualidad trans-religiosa?
No solo es posible, sino deseable. Porque la espiritualidad no se halla directamente conectada con la religión, sino con lo humano. La espiritualidad es la dimensión de profundidad; no tiene que ver con las creencias, sino con la comprensión de quiénes somos. Y esa comprensión no viene de la mente –incapaz de conducirnos más allá de sí misma–, sino del silencio.


¿Qué papel tienen el silencio y la meditación en esa vía?
Silencio no es mutismo, sino acallamiento de la mente y del ego. O, dicho con más rigor, no-identificación con ellos. En ese sentido, es indispensable para comprender experiencialmente quiénes somos y qué es lo real. Porque, si no se silencia la mente, solo tendremos «interpretaciones» de lo real (construcciones mentales). Es el silencio de la mente lo que nos permite trascenderla, es decir, ver más allá de ella. Gracias al silencio, dejamos de tomarnos por lo que no somos (el yo) y entramos en conexión consciente con lo que realmente somos. La práctica meditativa busca eso: ejercitarse en acallar la mente para vivir en la atención.


Se trata, por tanto, de un camino de atención…
Exactamente. Es justo ahí donde me parece que reside la clave de la sabiduría: en pasar del pensar al atender. El pensamiento es la herramienta del modelo mental de conocer; la atención lo es en el modelo no-dual. El silencio significa dar ese paso. Y la sabiduría implica vivir en la atención (presencia) y, desde ahí, utilizar la mente. Podría decirse que la identificación con la mente nos introduce en un estado hipnótico, en el que tomamos como real lo que solo es una construcción mental. El silencio, al acallar la mente, deshace aquel efecto hipnótico y nos abre a la verdad, más allá de las trampas del ego.


¿Cuál es el guion del ego?
Es un guion simple de formular: los demás están ahí para complacerme, y la realidad tiene que ser como yo deseo . Por eso, cuando el guion no se cumple, el ego siente una frustración difícil de gestionar. A partir de aquel guion, se rige por la ley del apego y la aversión: aferrarse a lo que le gusta y rechazar lo que le desagrada. Y todo ello se resume en una sola palabra: egocentración , que psicológicamente se correspondería con el narcisismo, en la conjugación constante del «yo», «mi», «me», «conmigo».


¿Cómo podemos aprender ese «quién soy yo»?
Tal vez sea necesario empezar por desaprender . O aprender lo que no somos . En cuanto me pongo a ello, descubro que no soy nada que pueda nombrar ni pensar, porque tanto lo nombrado como lo pensado son solo objetos mentales, que puedo observar. Pero no soy nada que pueda ser observado –eso sería solo un objeto que percibo–, sino Eso que observa. No soy ningún contenido de la consciencia, sino la consciencia en la que aparecen –que se expresa en– todos los contenidos. Soy Eso que no puede ser pensado, aunque lo perciba de un modo inmediato y autoevidente.


¿Hay alguna «pauta» inicial?
Se puede empezar por algo parecido a esto –todo lo que se proponga serán solo posibles «puertas de entrada»–: « Cuando no pones pensamiento, ¿qué queda? ». Indaga. Si atiendes –desde el no-pensamiento–, percibirás por ti mismo que no eres «algo» –que sería siempre un objeto para ti–, sino una pura Presencia que escapa al pensamiento y a la palabra. Es esa Presencia la que es consciente, la que tiene una percepción inmediata y evidente de que, sencillamente, es. Eso –el único Sujeto–, y no cualquier objeto con el que nuestra mente nos había identificado, es lo que realmente somos. El «yo» ha quedado muy atrás.
Por resumirlo aún más, te diría que no hace falta saber qué eres; si lo tomas en serio, basta saber que eres . Todo lo que puedes observar es impermanente, aparece y desaparece, va y viene; sin embargo, detrás de todo ello, está Eso que permanece, como fondo inalterable, que sabe que es , pura Presencia o Consciencia de ser. Lo Real no cambia, y lo que cambia no es real.
Cuando hablas de la «autonomía espiritual» pareces hablar como los filósofos estoicos, Epicteto, Marco Aurelio… ¿De qué otras fuentes filosóficas has bebido?
Básicamente, del misticismo cristiano, empezando por el cuarto Evangelio y, en concreto, las palabras que pone en boca de Jesús. De un modo más concreto, la «matriz» de mi camino contemplativo fue un clásico anónimo del siglo XIV, autor de « La nube del no saber ». Y, con él, los místicos renanos y los españoles, sobre todo Juan de la Cruz, Teresa de Jesús y Miguel de Molinos. De otras tradiciones, me ha enriquecido de manera especial el Vedanta advaita.


¿Cómo podemos entender que «Todo es Yo» y que los demás son nuestros espejos?
Todo es Yo –ahora con mayúsculas, porque no se trata de ningún «yo particular»– significa algo tan sencillo como que lo Real –el Ser, la Consciencia, la Vida…– es uno. Las formas son solo «disfraces» de Eso . Decía antes que lo que somos puede ser nombrado como «Presencia». Pero no existen muchas «presencias», sino una y la misma que alienta en todos. La nuestra, por tanto, es una identidad compartida. Desde esta comprensión, es claro que todo constituye un «juego de espejos»: lo Real –que somos– se refleja en todo lo que percibimos.

¿Qué opinas de la crisis del mundo actual y hacia dónde crees que vamos?
No sé hacia dónde vamos. Aunque sé que, paradójicamente, la consciencia no va a ninguna parte . Ya estamos –siempre hemos estado– «en casa», aunque se tenga la sensación psicológica de hallarnos «lejos». La mente nos piensa como carencia que necesita ser completada por «algo» de «fuera». La realidad es que somos plenitud desplegándose en esta representación. Tal como lo veo, el futuro de las formas –si hablamos así– dependerá de la comprensión que pueda darse en nosotros. Como se dice habitualmente, el futuro de la humanidad depende de la transformación de la consciencia . Porque solo la comprensión nos libera del engaño de las falsas identificaciones y nos abre a la compasión más genuina.


¿Crees que se puede articular un verdadero entendimiento entre la ciencia y la espiritualidad? ¿Cómo?
No solo lo creo, sino que está siendo cada vez más patente. No digo que la ciencia venga a «probar» la verdad de la espiritualidad –se trata de saberes diferentes y no me parece intelectualmente honesto ni riguroso instrumentalizar a uno al servicio del otro–, sino que las conclusiones a las que va llegando la ciencia –sobre todo, la física cuántica pero también, aunque quizás a más largo plazo, las neurociencias– aparecen como totalmente convergentes con lo que afirma la espiritualidad. Esa convergencia me resulta altamente significativa.


Muchas gracias, Enrique; ¿cuáles son tus próximos proyectos?
Ahora me encuentro embarcado –no puedo no escribir– en la elaboración de próximos libros: uno sencillo –titulado Presencia – que me han pedido para una nueva colección; otro que estoy viviendo apasionadamente sobre Metáforas de la no-dualidad ; y un tercero, para más adelante, en el que llevo ya varios años trabajando, y en el que quiero hacer una lectura simbólica (espiritual) del Evangelio de Juan, mostrando lo que en la vivencia no-dual es evidente: ese texto –como cualquier texto genuinamente espiritual– nos lee a nosotros, nos está diciendo lo que somos todos.
Por lo demás, sigo ofreciendo encuentros de fines de semana y talleres de meditación. A través de todo ello, sencillamente «me dejo decir». Y aunque sé bien que las palabras son radicalmente incapaces de nombrar lo que somos, pueden, sin embargo, provocar un «clic» que permita a alguien reconocer en sí lo que ya es.

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¿Por qué la gente busca cada vez más las medicinas alternativas?
Escrito por  Concepción Melero

A veces parece que la medicina convencional y las que hoy se llaman "alternativas" están enfrentadas. Tal vez haga falta clarificar algunos conceptos de las ciencias de la salud para comprender qué es lo verdaderamente importante para curar.
 El problema que encontramos en la medina convencional es que ha derivado en la separación de los conocimientos, ha dividido y subdividido en diferentes ramas el cuerpo humano. Los médicos suelen preguntar cuántos estómagos operan y no cuántos seres humanos.Esta medicina tecnológica declara que es capaz de manejar los genes y hacer grandes trasplantes.Los pacientes y los médicos están enfrentados: el médico es un funcionario y el paciente es un consumidor exigente. La relación ideal sería la de mantener una amistad entre el médico y el paciente y, posteriormente, que exista un convencimiento gradual para mejorar la forma de vida que condujo a la enfermedad, y recetar o prescribir un remedio al final.Hoy el paciente demanda unos análisis y la prescripción del medicamento sin cambiar los hábitos de vida insalubres.En la Edad Media, el médico era un escolástico que sabía mucho de latín, pero no se acercaba al paciente. Con la revolución de las escuelas florentinas se atrae el discurso sobre lo que dice Platón y grandes personajes de la historia. Se buscan restos de la Antigüedad para poder enlazar con el pasado; Marsilio Ficino funda la nueva academia platónica y los textos griegos difunden el conocimiento de la magia natural, en contacto con las leyes de correspondencia, de resonancia y simpatía, tal como se concebía en el antiguo Egipto.El cuerpo humano es el templo del espíritu, y hay que analizarlo con el máximo respeto porque hay algo más que da vida a lo puramente físico, existe una dualidad. Pero la medicina se ha vuelto más racionalista, y con el desarrollo del aspecto científico, la antesala del hospital es el laboratorio. Con ello se pierde la visión global del hombre, que se convierte en un amasijo de tejidos y órganos separados entre sí.Paracelso, médico, mago y alquimista, hablaba de un proceso de transformación interna de las fuerzas curativas de la naturaleza. Viajó por diferentes partes del planeta para aprender conocimientos de la medicina real en contacto de la naturaleza.Este gran médico describe cuatro cualidades imprescindibles que ha de tener el médico. Tiene que ser: 1. filósofo; 2. virtuoso; 3. astrónomo-astrólogo; 4. alquimista.
Comprender los misterios de la vida

Filósofo: Si el médico no comprende la razón profunda de la vida y la muerte, si no conoce los misterios de la vida, puede ser indiferente o insensible. Es preciso saber si se puede aliviar una dolencia, si la vida de la persona debe o no ser alargada ante una enfermedad terminal.
El médico tiene que tener un componente ético para saber lo que tiene que hacer, y no seguir solamente lo que las estadísticas indican. Estas pueden ser un soporte, pero cada persona es un individuo. Aunque las estadísticas digan que el 80% de las personas con tal enfermedad se muere y el 20% se salva, hay que analizar en cuál de estos porcentajes está el paciente; en este caso no es válida la estadística de un libro.A veces no se debe decir todo al paciente porque es contraproducente. Decir una verdad crudamente puede anular la reserva de energía necesaria para poder salir de la situación y precipitar su muerte.Hay que ver a la totalidad del paciente: cuerpo-mente y espíritu.Los médicos rurales de familia, antiguamente conocían a la familia y obtenían una visión de los problemas y debilidades que les ayudaba a tratar a la persona.
Autenticidad: ser un virtuoso moralista, aquel que practica hasta alcanzar la perfección y mantiene la autenticidad; mantener las ideas aunque le critiquen a uno. Tener la capacidad de introspección y ver a través del cristal de los hombres, penetrar en el ser humano para poder entender dónde está el desequilibrio.Si no hay una verdadera vocación, no se debería ser médico. Los médicos no deben ser arrogantes, han de desarrollar una especial calidad humana. ¿A quién le gustaría que le operase un médico que solo busca una recompensa económica, el prestigio y la fama?
Astrónomo y astrólogo: estudiar el microcosmos dentro del macrocosmos. Conocer en cada ciudad los vientos y las aguas, los factores externos, las fuerzas telúricas y las fuerzas cósmicas, para saber por qué se está enfermando y surgen epidemias. El mejor médico no es el que ha estudiado más sino el que más se ha trasformado.
Alquimista: conocer los poderes internos de los elementos de la naturaleza y saber potenciarlos y cómo se transforman. El mejor médico no es el que ha estudiado más sino el que más se ha trasformado. La transformación es la superación del ser humano, y es la que le permite encontrar caminos de evolución.
Según la OMS, estar sano consiste en la sensación de bienestar físico y psicológico. ¿No parece, por tanto, que estamos cada día más enfermos? Cada día hay más insatisfacción. El porcentaje de cáncer está aumentando y nadie sabe por qué. Hay estudios en los que se demuestra que una persona que ha padecido una fuerte depresión o un shock, al cabo de unos años desarrolla un cáncer.
Es precisa una renovación ética de la medicina, y la conjunción de las dos medicinas, abriendo la mentalidad a otras posibilidades.

Extraído de la conferencia que dio el Dr. Juan Martín Carpio en el Congreso sobre Filosofía Antigua y Ciencia Actual 2012.

       

  La importancia y el poder de la relajación



El estado natural del cuerpo es la relajación. Sin embargo, cuesta trabajo creer esta certera afirmación si nos atenemos a los problemas de salud física, derivados de la tensión y la rigidez, que padece una parte considerable de la población mundial, sobre todo en occidente.
La pregunta que podríamos hacernos a continuación es: si lo que quiere el cuerpo es estar relajado ¿qué es lo que hace que se tense y rompa su estado natural? No creemos que a muchos se les escape que la causa de esta desarmonía somos, en realidad, nosotros mismos.

Si sabemos gracias a la medicina psicosomática que la mente y el cuerpo se influyen mutuamente, entenderemos que toda tensión y crispación mental o psicológica produce un efecto idéntico en el cuerpo y, si esta situación persiste en el tiempo, más pronto o más tarde acaba derivando en dolor serio o enfermedad.
Esto, que es bien conocido (pero por desgracia poco solucionado) por la mayor parte de la medicina oficial, no es algo nuevo, ya se conocía en la antigüedad. La sabiduría egipcia nos habla de esta inmutable ley de la Naturaleza, en una de sus claves, con uno de sus aforismos más conocidos: “así es abajo como es arriba” y, el mismo Platón, afirmaba que “el carácter no es independiente de la constitución física. Está condicionado por el estado de nuestro cuerpo, así como el cuerpo es influido por las enfermedades del alma”. Todo ello, sin mencionar el acervo cultural que a este respecto nos ha dejado la tradición oriental, verdaderos especialistas en lo que al cultivo de la armonía mente-cuerpo se refiere.
No ha de extrañarnos pues que las actuales tendencias en el campo de la salud, el bienestar y aún los negocios y el deporte dirijan su mirada hacia estas fuentes de sabiduría ancestral.

Cada vez hay más personas que empiezan a darse cuenta de que, tanto el problema como la solución, están en la mente. Si logramos desarrollar una mente clara, serena y relajada, a la vez que firme y estable (a pesar de la actividad externa) podremos garantizar la salud.
Como bien sabemos, relajar la mente no siempre es tarea fácil, pero, si vamos aprendiendo a relajar por lo menos el cuerpo, podremos comprobar que, por esa misma correspondencia que hay entre ambos, la mente se va serenando y, en un camino de ida y vuelta y ayuda mutua, ésta potenciará aún más la armonía del cuerpo. 
Está demostrado que el dolor producido por la rigidez en las articulaciones, síntomas éstos de enfermedades como por ejemplo la artritis y otras, está producida en la mayoría de los casos por la  rigidez y la tensión mental, que, a través del sistema nervioso contrae los músculos y presiona las articulaciones
Estudios científicos realizados por diversas instituciones de prestigio a nivel mundial, demuestran de qué manera la práctica de disciplinas psicosomáticas, como por ejemplo el Tai Chi, entre otras, mejora considerablemente los síntomas de éstas y muchas otras enfermedades.

La milenaria medicina tradicional china, coincidiendo con la moderna ciencia, nos habla de la existencia de unos canales llamados meridianos por los que circula la energía del cuerpo. De la misma manera que si apretamos fuertemente con nuestra mano una manguera  comprobamos que el agua que circula no llega a su destino, cuando los canales energéticos del cuerpo son presionados por la contracción del sistema nervioso, la energía también se bloquea, produciendo efectos nefastos para la salud.
Es de todos conocido que si el agua no corre de manera natural y se detiene, estancándose, acaba por pudrirse y volverse insalubre. Si, como en el ejemplo de la manguera, dejamos de hacer fuerza, el agua-energía volverá a fluir libremente devolviendo las cosas a su estado natural.
De ahí la importancia de la relajación, que no es otra cosa que precisamente soltar, dejar de hacer fuerza.


Desde hace años las investigaciones han demostrado que enfermedades como el cáncer tienen, en la mayoría de los casos, su origen en emociones negativas que no han sido resueltas en el interior del ser humano. Éstas quedan retenidas en la psiquis y, finalmente, se reflejan en el cuerpo.
Por increíble que parezca estamos apegados hasta a aquello que nos duele, a nuestros bloqueos y enfermedades, tratando, consciente o inconscientemente de “agarrarnos” a ellos. Según esta visión, si tuviésemos la capacidad de soltarlos, de dejarlos libres, seguirían su camino natural.
La mente racional tiene una gran tendencia a apegarse a las cosas, a apresarlas, poseerlas. Le horroriza el silencio, el vacío. Pero es ahí precisamente donde está la solución. Cuando los problemas de la mente caen en el vacío se quedan sin asidero en nuestro interior. Es por lo que Escuelas como la Zen desarrollan la doctrina del vacío o la “no mente”, no como una forma de abstracción estéril, sino como una manera de liberarse de todo pensamiento que nos bloquea y limita y permitir que ese vacío lo ocupe una sabiduría natural que también reside en nosotros.

En la cultura china a la relajación la llaman liberación. Relajarse es, pues, liberarse de lo que sobra. La filosofía taoísta nos diría que, en realidad, el ser humano se cura de su enfermedad cuando se cansa de ella y la suelta.
En ese sentido podríamos decir que la salud y la armonía son una cuestión no tanto de hacer sino, más bien, de dejar de hacer. Dejar de hacer fuerza, dejar de contraerse. Una cuestión de no resistirse en el peor sentido de la palabra, de no poner obstáculos e impedimentos a la libre circulación y natural fluir de la vida.

Pensadores actuales de gran renombre e influencia como Eckhart Tolle, filósofo contemporáneo que recoge y actualiza enseñanzas tradicionales, nos hablan, entre otros, del concepto de la aceptación. Nos dice que debemos elegir voluntaria y conscientemente aquello que nos está pasando, aceptarlo de manera serena sin resistirse o forcejear. Es una estrategia que nos permite la absorción, reconducción y liberación, de manera natural, de esa fuerza negativa.
Esto no implica ni mucho menos conformismo, resignación o falta de coraje. En realidad, dejar de actuar y evitar que nuestro ego intervenga requiere, en muchas ocasiones, más valor y esfuerzo que  aplicar nuestra intención personal.
Dentro de la cultura marcial grandes maestros como Morihei Ueshiba, Jigoro Kano o Yang Lu Chan, demostraban el poder de la relajación y  la suavidad en el combate, desarrollando conceptos como el de la “no lucha” o el arte de “ceder para vencer”. Paradójicamente, han sido los artistas marciales más poderosos que hemos conocido en la historia reciente.

Dice un aforismo que “menos es más”. La Naturaleza es sencillaecuánime, sin excesos ni artificialidades. Solo así puede ser eficazbella armoniosa.
Para nosotros esto supone un paradigma totalmente diferente porque, por lo general, solemos hacer todo lo contrario. Nuestra cultura nos ha enseñado a usar más fuerza  de la que necesitamos para hacer las cosas. Estamos más acostumbrados a “hacer”, hablar, intervenir, que a callarescuchar, y percibir.
Aprendamos aquello que nos falta: aprendamos a soltar, aprendamos a vivir.



Escuela de Tai Chi Wu Hsin
“LA SERENIDAD EN LA ACCIÓN. CÓMO VIVIR SIN ANSIEDAD.”

* Extraido del curso téorico-práctico de Carlos P. Bernat dentro de las VI Jornadas del Día Internacional del Tai Chi, organizadas por la Escuela Wu-Hsin.



Estamos acostumbrados a agobiarnos, a estar preocupados cuando tenemos problemas. Vivimos en una sociedad que genera mucha ansiedad, con demasiadas distracciones, un rápido consumo y ajetreo de vida.

“La vida siempre nos trae problemas, no los podemos evitar, lo que si podemos evitar es la manera de encarar las cosas”.

Creemos que para estar serenos necesitamos no hacer nada. Normalmente, cuando nuestro cuerpo se pone en acción, nuestra mente se agita mucho.
Pero la serenidad es un valor muy poderoso. Se puede trabajar sin ansiedad. La serenidad nos permite estar en la acción y, al mismo tiempo, en calma.


Herramientas para trabajar con la serenidad y reducir la ansiedad:


LA ENERGÍA DE ESCUCHA

La energía de escucha es la energía llamada “ting” en el Tai Chi Chuan. Es una escucha interna, no tanto escuchar con los odios,  sino con la conciencia. Es observarnos a nosotros mismos.

Escuchar genera distancia, y cuando tengo distancia genero una perspectiva que me permite ver lo que está pasando realmente y no identificarme con los problemas. Me doy cuenta de las cosas y puedo encontrar una solución sin ponerme ansioso.


ESTAR EN EL PRESENTE

“La vida es ahora”, pero hay dos fuerzas que nos sacan del presente, que nos sacan del aquí y del ahora.

El miedo fundamentalmente nos saca del aquí. Cuando tengo miedo no quiero estar aquí, quiero escapar.
La ansiedad nos saca del ahora. Cuando aparece la ansiedad, ésta nos proyecta hacia el futuro, hacia el fruto de la acción, los resultados, y nos hace perder el control sobre la acción.

¿Qué podemos hacer? .
Concentrarnos en el paso a paso y no tanto en los resultados, aprender a estar en el presente y a amar la acción por la acción en si. Motivarse para buscar la acción perfecta, sabiendo que la acción perfecta me llevará a un resultado perfecto.

“¿No será que si somos más capaces de vivir el presente, viviremos más la vida, estaremos más vivos?”. Porque...¿donde transcurre la vida? : en el presente.
La vida es un eterno presente, hasta que nos morimos, pero no lo solemos apreciar, creyendo que esto no nos va a suceder, o será en un futuro muy lejano. Tenemos la vida, saboreémosla.




SER CONSCIENTES

La ansiedad nos asalta y nos entra por un déficit de atención. Cuando no estamos atentos, la ansiedad se instala.

Normalmente nuestra conciencia está bañada por el mundo intelectual y de creencias. La mente con sus pensamientos se asemeja a unas gafas que nos hace percibir la realidad distorsionada.
La conciencia es terapéutica, genera centro, control. Las personas cuando toman conciencia toman el control de la situación.

La conciencia es darse cuenta de la realidad, del presente, de lo que estoy haciendo en este momento y para ello hay que estar despiertos, con atención consciente.

La vida es conciencia. ¿Para qué quieres la vida si no eres consciente de ella?.


QUIETUD EN LA  ACCIÓN

Uno de los principios del Tai Chi es buscar la quietud en la acción, pero, ¿cómo?.

“La calma no es una opción, es una obligación, cuántos más problemas tengas, o más cosas a hacer durante el día, enfócate en vigilar la calma, no los problemas, sino la calma”.

Al calmarme puedo percibir la realidad. Todo lo demás son interferencias, son fantasmas de la mente. Sólo tengo callar la mente, estar en silencio interior y hacer lo que tenga que hacer.


DESPERSONALIZACIÓN

Para poder generar la serenidad en la acción, tenemos que desidentificarnos de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y creencias. Si me desidentifico me voy a poder observar. Necesitamos un observador y algo que observar. Si tomo conciencia de de que yo no soy mis pensamientos podré generar la distancia necesaria para trabajar con ellos.

Podemos ser más impersonales, vaciarnos de nuestra personalidad para que emerja ese ser más profundo y sabio que habita en nuestro interior. Normalmente no lo dejamos salir, lo tenemos aprisionado entre nuestras pasiones y tensiones. ¡Suelta todo lo que sobra, permite que suceda!.


Y es que...
 “La felicidad está relacionada con la serenidad, las personas serenas son felices”.




* Carlos P. Bernat , director de la Escuela Wu-Hsin e investigador de las Artes Marciales.





Diversas prácticas de control de la ansiedad realizadas durante el curso