KARATE, una vía de autoconocimiento 


Gichin Funakoshi presentó su arte como técnica guerrera no destinada al combate real sino como medio de llegar a la Verdad. De los discípulos que tuvo Funakoshi, mencionamos a uno de los más fieles que tuvo en su vida, por la nueva dirección que tomaría el karate-do en sus manos, y que con el tiempo se convirtió en una forma más sutil y profunda de hacer karate-do. Este fue Shigeru Egami, que tras desviarse –como dijo él mismo– del camino correcto del karate-do, después de toda una vida dedicada a la práctica, se replanteó todo desde el principio y concibió una nueva forma para el camino de la práctica de este arte marcial.

Egami nació en 1912 en la prefectura de Fukuoka en una familia de comerciantes. Fue uno de los alumnos más antiguos de Gichin Funakoshi y comenzó a practicar con el maestro cuando tenía 18 años. Egami, anteriormente ya había practicado Judo, Kendo y Aikido.

Cuando Egami inició su práctica en el karate-do, el entrenamiento consistía en repeticiones y entrenamientos de fuerza. Este entrenamiento parece ser que llenó su primer deseo: llegar a ser fuerte. Este tipo de entrenamiento permitía volver al espíritu combativo y fortalecer el cuerpo, pero comprendió que se trataba de una fuerza física parcial y superficial.

Después de la muerte de Gichin Funakoshi en 1957, Shigeru Egami inició la tarea de llevar más lejos la práctica del karate-do, profundizando en lo referente al movimiento técnico, al trabajo con la energía del cuerpo, a utilizar de otra manera la mente y a buscar la integridad con la naturaleza como fuente de inspiración para la nueva forma que buscaba en el karate-do.

A partir de esa búsqueda de respuestas, no dejó de hacer todo tipo de esfuerzos y prácticas que le llevaran al descubrimiento de experiencias de eficacia real y, sobre todo, de comprensión profunda de aquello que había emprendido, para encontrar respuestas, para que estas le acercaran a la verdad.

Tuvo que comenzar a soltar y aligerar su cuerpo, que había endurecido durante tantos años de esfuerzo, para comenzar de cero, rechazando y modificando totalmente aquello que creía haber adquirido hasta entonces. Esto no le debió de ser fácil, pues era la renuncia a aquello a lo que estaba apegado, a su forma particular de hacer artes marciales, al esfuerzo de tanto tiempo.

El trabajo y práctica de Egami comenzó con el objetivo de descondicionar el cuerpo, había que llegar a las formas y movimientos espontáneos y naturales, donde el cuerpo recuperase su forma originaria, como la de un niño que es flexible, natural. Pudo comprobar que cuando probaba con esa actitud obtenía mejores resultados, mayor eficacia. Comprendió en aquel momento la enseñanza del maestro Funakoshi: “No hay que ir en contra de la Naturaleza”.

Con estos primeros logros, el maestro Egami volvió a sumergirse en los entrenamientos que le llevaban a sobrepasar la situación primaria del arte del combate, el estado animal del combate en el cual se busca ganar a cualquier precio. Para ir hacia la fusión con el adversario, Egami hablaba de la importancia de salir del mundo conflictual y llegar a un mundo de armonía, y comprender que a través de él se puede encontrar la vía del karate. Los conceptos de armonía y vía pueden parecer débiles y frágiles a un principiante o a quien valora la fuerza física, pero nada más fuerte que la armonía y la vía, ya que ellas se sitúan en la más alta cima de la búsqueda de un arte marcial.

En el plano técnico, las consecuencias y resultados que desarrolló fueron del paso de la dureza a la ligereza, a la suavidad. Fue cambiando sus técnicas, yendo de la dispersión hacia la concentración, de la dureza del cuerpo hacia la fuerza en la ligereza. Todo iba hacia el estado natural, el que tiene por efecto rejuvenecer el cuerpo y el espíritu. Estos cambios fueron haciendo la práctica más fuerte y más estética.

Egami en la búsqueda de la verdadera unión y a través de la vía del karate-do, quería encontrar el modo de experimentar y estar unido a la naturaleza, al ser
humano y al universo. Y creía que llegando a un perfecto entendimiento de las personas podremos alcanzar la unidad, y palabras como victoria o derrota dejarán de tener sentido. Este es el verdadero karate, coexistir con tu oponente. Y cuando esté consumado el entendimiento de la esencia humana, nos hará cooperar con los demás y alcanzar nuestro propio entendimiento. La práctica no será completa mientras no se alcance ese estado mental. Empezando con la práctica del cuerpo y continuando con el entrenamiento del espíritu, se aprecia que el cuerpo y la mente no son cosas distintas, sino una sola. Este es el verdadero entrenamiento.

Hay que llegar a vaciar la mente para llegar a conquistar la unidad en nosotros, para percibir lo que no perciben nuestros sentidos; hay que romper y deshacer nuestras limitaciones mentales y psicológicas para que el cuerpo recobre su estado natural, pues siempre lo estamos sometiendo a tensiones y presiones. Hay que llegar a establecer la unión entre mente y cuerpo, y que nuestro Yo profundo se exprese con toda su fuerza en el arte marcial y en la vida cotidiana.
Egami, a lo largo de su búsqueda y de desarrollar una vía más profunda para el karate, recibió la influencia del maestro Morihei Ueshiba, visitándolo a menudo, así como del estilo Aikido Shinwa-Taido de Shoyo Inoue, sobrino de O-sensei Ueshiba, y de las antiguas escuelas de sable.

Shigeru Egami encontró una forma nueva que le permitió desarrollar una vía nueva, espiritual, a través del Karate-Do Shoto-Kai, para sus discípulos y para las futuras generaciones, en la que enseñaba a practicar de forma no violenta. Como filósofo de las artes marciales, Egami encontró, a través de la nueva forma de hacer karate, el camino de la no-resistencia, una forma sublime de entender la práctica y la vida. Se reencontró de nuevo con el sentido de la paz o de “Vencer sin combatir”. 

El arte de la Paz


Así llamó Morihei Ueshiba a su arte marcial ideal, después de una búsqueda incesante y sincera en la que el ser humano puede llegar a sentirse parte del Todo y ser uno con la Naturaleza. Dice el maestro Ueshiba: “El trabajo comienza con uno mismo, trabajando sobre nosotros mismos. Todos tenemos un espíritu que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente a seguir”.
Hemos extraído algunas de sus reflexiones y enseñanzas que muestran el espíritu de un arte profundo que trata de llegar al corazón de todos los seres, que busca la unidad y la concordia.

“Mantén tu mente tan luminosa y clara como el vasto cielo, el gran océano y el pico más alto, vacía de todo pensamiento. Mantén tu cuerpo lleno de luz y calor. Llénate a ti mismo con el poder de la sabiduría y la iluminación”.

“El camino del guerrero se basa en la humanidad, el amor y la sinceridad; el corazón del valor marcial es la verdadera valentía, sabiduría, amor y amistad”.

“Acentuar los aspectos corporales de la calidad del guerrero es inútil, porque el poder del cuerpo es siempre limitado”.

“El guerrero totalmente despierto puede utilizar libremente todos los elementos contenidos en cielo y tierra. El verdadero guerrero aprende a percibir correctamente la actividad del universo y a transformar las técnicas marciales en vehículos de pureza, bondad y belleza. La mente y el cuerpo del guerrero deben estar impregnados de profunda calma y luminosa sabiduría”.

“Tu mente debería armonizar con el funcionamiento del universo; tu cuerpo, con el movimiento del universo; cuerpo y mente forman una unidad que se unifica con la actividad del universo”.
“Es necesario desarrollar una estrategia que utilice todas las condiciones físicas y los elementos que están al alcance de la mano. La mejor estrategia se apoya en un conjunto ilimitado de respuestas”.

“Si tu oponente te ataca con fuego, responde con agua, hazte totalmente móvil y de libre fluir. El agua, por su naturaleza, nunca choca con nada ni se quiebra. Por el contrario, absorbe todo ataque y queda indemne”.

“Si tu corazón es amplio como para abarcar a tus adversarios, puedes ver a través de ellos y evitar sus ataques. Una vez que los has abarcado, serás capaz de guiarlos por el camino que el cielo y tierra te han señalado”.
“La vida misma es siempre una prueba. Al adiestrarte, debes ponerte a prueba y refinarte para poder afrontar los grandes desafíos de la vida. Trasciende los límites de la vida y la muerte; entonces serás capaz de enfrentar con calma y seguridad cualquier crisis que se te presente”.

“No mires fijamente los ojos de tu oponente: podría hipnotizarte. No fijes tu mirada en su espada: podría intimidarte. No enfoques la mirada en tu oponente: podría absorber tu energía. La esencia del adiestramiento es atraer completamente a tu oponente dentro de tu esfera. Entonces podrás situarte donde desees”.

“Arroja de ti los pensamientos que te limitan y regresa a la verdadera vacuidad. Sitúate en el medio del Gran Vacío. Este es el secreto del Camino del Guerrero. Finalmente, debes olvidar las técnicas. Cuanto más progresas, menos enseñanzas hay. El Gran Sendero verdaderamente es un No-Sendero”.

“En el Arte de la Paz no hay contiendas. El verdadero guerrero es invencible porque no lucha con nadie. Vencer significa derrotar la idea de disputa que albergamos en nuestra mente”.

“Las técnicas del Arte de la Paz no son rápidas ni lentas, no están afuera ni adentro. Están más allá del tiempo y el espacio”.

“Las técnicas del Arte de la Paz cambian constantemente; cada encuentro es único, y la respuesta adecuada debe surgir con naturalidad. Las técnicas de mañana serán diferentes a las de hoy. No te dejes atrapar por la forma y apariencia de un desafío. El Arte de la Paz no tiene forma; es el estudio del espíritu”.