Una historia de coraje
En 1937 se
publicó en Estados Unidos un libro titulado “Piense y hágase rico”, cuyo autor,
Napoleon Hill, ha sido considerado como uno de los hombres más influyentes de
todos los tiempos en el área del logro personal. El libro, que aparentemente
parece estar exclusivamente dirigido al mundo empresarial o de los negocios,
encierra valiosísimas enseñanzas sobre el potencial humano. Muestra de ello es
una historia real contada por el autor, la cual creo que puede servirnos de gran
inspiración.
La acción se
desarrolla en una finca en una época en la que la esclavitud aún no había
desaparecido del todo, y la cuenta uno de los personajes que vivió aquellos
hechos en primera persona:
“Una
tarde estaba ayudando a mi tío a moler trigo en un molino un tanto viejo. Mi
tío gestionaba una gran finca en la que vivían varios aparceros agricultores de
raza negra.
Silenciosamente,
se abrió la puerta, y una niña, hija de un aparcero, entró y se quedó junto a
la puerta.
El tío
levantó la vista, vio a la niña y le gruñó:
- ¿Qué
quieres?
Dócilmente,
la niña contestó:
- Mi mamá
le pide que le mande sus cincuenta centavos.
- No lo
hare-replicó el tío-, y ahora vete a tu casa.
- si
señor-contestó la niña. Pero no se movió.
- ¡Te he
dicho que te vayas a tu casa! Ahora vete, o te daré una paliza.
La niñita
respondió:
- Si
señor.-Pero no se movió de su sitio ni una pulgada.
El tío
dejó caer el saco de grano que estaba a punto de echar en la tolva, cogió una
duela de barril y se dirigió a la niña con una expresión en el rostro que
indicaba que se avecinaban problemas.
Contuve
el aliento. No tenía ninguna duda de que estaba a punto de presenciar un
asesinato. Mi tío tenía un temperamento feroz. En aquella época a los niños de
los aparceros negros no se les permitía desobedecer a las personas blancas en
esa región del país.
Cuando el
tío llegó al lugar donde se encontraba la niña, ella rápidamente dio un paso
hacia adelante, lo miró a los ojos y grito con voz chillona:
- ¡MI
MAMÁ NECESITA ESOS CINCUENTA CENTAVOS!
- Mi tío
se detuvo, la miró durante un minuto, y entonces colocó lentamente la duela de
barril en el suelo se metió la mano en el bolsillo, sacó medio dólar y se lo
dio. La niña cogió el dinero y, tranquilamente, se dirigió hacia la puerta, sin
apartar la vista del hombre al que acababa de conquistar. Cuando se hubo ido,
mi tío se sentó en una caja y miró por la ventana durante más de diez minutos.
Estaba considerando, algo asustado, la derrota que acababa de sufrir".
La historia habla por sí sola.
Relatos como este nos abren una ventana por
la que nos es posible asomarnos al
misterio del ser humano. ¿Quiénes somos realmente? ¿Cuál es el escondido
potencial que verdaderamente tenemos?
El hombre de esta historia no fue vencido
por una niña, sino por el espíritu de la Justicia, la cual no hace distinciones
cuando debe imponerse. Esa Gran Justicia pasa a través de a los seres, los que les sirven como canales de expresión,
independientemente de sus apariencias externas.
Cuando ese canal está vacío de personalismo y egoísmo, la Voluntad lo
atraviesa como a una caña hueca, unificando mente, corazón y acción en un solo propósito.
El resultado es una fuerza de la Naturaleza, imparable, incontestable.
Reflexionar sobre ejemplos como estos nos
acerca a entender, un poco más, aquella vieja
y misteriosa enseñanza que se recoge en la sabiduría tibetana:
Busca al guerrero interior y deja que pelee en ti.
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